jueves, 11 de diciembre de 2008

LA CRISIS DE NUESTRO TIEMPO

LA CRISIS DE NUESTRO TIEMPO

El tiempo en que vivimos está caracterizado por dos poderosos procesos: un proceso de desintegración y otro de integración.
El mundo de hoy se encuentra en el proceso de unificarse y está caracterizado por cambios increíblemente rápidos. Incapaces de responder ante estos nuevos desafíos, las estructuras que de antaño servían como fuentes de estabilidad y guía en la sociedad, tales como la familia, la iglesia y las estructuras gubernamentales, han perdido en gran parte tanto su influencia como su capacidad de proveer guía adecuada a las personas.
A la vez, ante los tremendos cambios en el mundo y en sus vidas, y sin saber a dónde volverse para recibir una orientación adecuada, muchas personas andan a la deriva sin encontrar significado o propósito en la vida.
Una crisis moral profunda se manifiesta en todos los ámbitos de la sociedad.
La corrupción y el fraude generan desconfianza en las instituciones públicas y privadas.
Se recurre a la violencia y el terrorismo para imponer agendas políticas.
El materialismo induce a una sed insaciable de riquezas y placeres terrenales que desplaza los valores de amor, bondad, y generosidad, a la vez que lleva a la destrucción del medio ambiente, que es el sostén de la vida misma.
Una actitud irresponsable hacia el matrimonio deja a millares de hogares desintegrados y a millones de hijos sin padres.
Números crecientes de personas buscan escapar de la realidad mediante el uso del alcohol y las drogas.
La pérdida de valores morales, como una directriz para la vida humana, se debe principalmente a la declinación de la religión como fuerza social.
El amor a Dios y el deseo de evitar acciones que Le podrían desagradar constituyen una motivación interna que incentiva a la persona a practicar las cualidades morales aun en situaciones de mucha tentación. Comparada con esta motivación interna, queda sumamente débil cualquier sistema de recompensas y castigos diseñado por los seres humanos en la forma de leyes y reglamentos, que buscan Promover una conducta moral mediante la motivación externa. Sin embargo, en gran medida la religión ha perdido su influencia moral, no sólo en la sociedad, sino también entre sus propios seguidores. Al pensar en la religión, un gran número de personas sólo la asocian con un conjunto de creencias, dogmas, ritos y ceremonias que poco o nada tienen que ver con la manera en que viven su vida diaria. Al mismo tiempo, el intento de revivir la religión, demasiado a menudo ha dado lugar a un fanatismo que contribuye a profundizar aun más la desintegración social. Al considerar que la religión no es relevante a la hora de enfrentar los graves problemas sociales de nuestros tiempos, ha quedado a los gobiernos y los estadistas intentar solucionarlos. Por mucho que sea la buena voluntad con que han tratado de actuar, los resultados son mínimos. La brecha económica divide cada vez más a la población en ricos y pobres. Persisten odios ancestrales entre pueblos y naciones, llevando en el peor de los casos a genocidios. Hay un extraordinario aumento en el crimen y la violencia organizada. La gente vive con inseguridad. Los servicios básicos no alcanzan a grandes porcentajes de la población mundial. La explotación indiscriminada de los recursos naturales amenaza a las próximas generaciones con problemas inimaginables. En breve, los líderes mundiales no han sido capaces de concebir planes viables que alivien los males de la humanidad. Esto no significa necesariamente una falta de esfuerzos sinceros. De hecho, estos esfuerzos se han multiplicado década tras década. Más bien, el problema es que los esfuerzos se enfocan principalmente en tratar los “síntomas”, sin tocar las causas espirituales más profundas de la desintegración. *Extractos de La Respuesta Bahá’í ante la Crisis de Nuestro Tiempo Autora: "Juanita de Hernández escribe libros, fascículos y artículos relacionados con liderazgo moral, educación, desarrollo sostenible, valores humanos y vida familiar.

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