jueves, 4 de septiembre de 2008

El perdón.



Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean.
En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándonos a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina.
Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.
En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.
La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:
- Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás, naturalmente de manera negativa;
- Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o molesta;
- No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que nosotros habíamos supuesto;
- En el momento que a una persona que consideramos de "una categoría menor", recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y consideramos injusta la acción.
Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.
Para saber perdonar necesitamos:
- Evitar "interpretar" las actitudes.
- No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).
- Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces nosotros debemos pedir perdón.
Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:
- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.
- Pensar la manera de llegar a una solución.
- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.
- Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
- Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
- Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.
El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.
Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar familia en donde se forma un verdadero torbellino de odios. Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan. Es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que "Amor saca amor". Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden, y es lograr reestablecer la armonía.
Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta.
Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

EL PERDÓN EN LOS ESCRITOS BAHÁIS:
Abrigamos la esperanza de que la mano del poder divino y las efusiones de las celestiales bendiciones, sostengan a todos los hombres, y que los atavíe con la vestidura del perdón y la munificencia y los guarde de aquello que dañe a su Causa entre sus siervos. Bahá u lláh.
Poned vuestra confianza en el ejército de la justicia, ceñíos la armadura de la sabiduría, que vuestro adorno sea el perdón y la clemencia, y aquello que alegre los corazones de los favorecidos de DIOS. Bahá u lláh.

Entre las enseñanzas de Bahá u lláh hay una que requiere que el hombre, no importa cual sea la condición y circunstancia, perdone y ame a su enemigo y considere a aquél que le desea el mal como si le desease el bien
…debe devolver bien por mal y no sólo perdonar, si no, si es posible, hacer algún favor a su ofensor. Esta conducta es digna de un hombre, porque ¿qué es lo que se gana con la venganza? Abdu l-Bahá.

Si alguien comete errores cien mil veces, aún así pueda volver su rostro hacia vosotros, con la esperanza que le perdonaréis sus pecados; porque no debe sentirse desesperanzado, ni apenado ni abatido. ‘Abdu'l-Bahá, TUSP, pág. 75 Si alguien comete un error o te hace un mal, de inmediato debes perdonarle. ‘Abdu'l-Bahá, PUP, pág. 453
Hay imperfecciones en todo ser humano y siempre os entristeceréis si miráis hacia la gente misma. Pero si miráis hacia DIOS les amaréis y seréis amables con ellos, porque el mundo de DIOS es el mundo de la perfección y de la completa misericordia. Por lo tanto no miréis las faltas de nadie, ved con la visión del perdón. Abdu l-Bahá.

Si los amigos perdonan todas las diferencias personales y abren sus corazones al gran amor unos a otros por Bahá u lláh, encontrarán que sus poderes aumentarán enormemente…Shoghi Effendi.

RELATOS DE LA VIDA DE ABDU´L - BAHÁ REFERENTES AL PERDÓN:

Abdu l-Bahá nació la misma noche en la que el Báb declaró su Misión en Shiraz el 22 de mayo de 1844, a sí que ese mismo día de 1906 fue sobre el Báb, su trabajo y mensaje sobre lo que habló. Para esta ocasión, más de doscientos invitados iban a cenar en la mesa del Maestro. Desde el amanecer había estado ocupado ayudando en el trabajo que ello implicaba, amasando él mismo la masa a poner en los hornos, “en alegre espíritu, inspirando, elevando, animando a todos sus ayudantes”. Más tarde “ayudó a pasar las fuentes…el arroz… el cordero… las frutas de la región. Moviéndose entre sus doscientos invitados, les dijo, mientras les servía, estas palabras divinas de amor y valor espiritual…”Si uno de vosotros ha sido herido por las palabras o actos de otro, durante el año pasado, perdonadle ahora, que en pureza de corazón y amoroso perdón podáis deleitaros en felicidad y levantaros, renovados en espíritu”.


En 1911 el maestro pasó unos pocos días tranquilos en los Alpes franceses, presumiblemente para descansar, antes de continuar hacia Londres. Aquí tuvo lugar un notable encuentro que ilustra la universalidad de su amor, y perdón incluso hacia aquellos cuyos corazones le fueron hostiles a él y a la Causa de su padre (Bahá u lláh, La Gloria de DIOS). Juliet Thompson nos cuenta lo siguiente sobre esta ocasión que ella misma presenció: “Aunque pecaron monstruosamente contra él, era demasiado grande para reclamar el derecho de perdonar. En su casi brusca forma de no prestar a tención a una crueldad, en la inefable dulzura con la que la ignoraba, era como si dijera: ¡El perdón sólo pertenece a DIOS!
“Un ejemplote esto fue su memorable encuentro con el príncipe real, Zillah Sultán, hermano del Shá de Persia, Muhammad Alí Sháh. No sólo Abdu l-Bahá si no un gran número de sus seguidores, grupo tras grupo de mártires bahá ís, habían sufrido peor que la muerte a manos de estos dos príncipes. Cuando la caída del Sháh, con la del Sultán de Turquía, puso a Abdu l-Bahá en libertad, Abdu l-Bahá, comenzando su viaje por Europa, fue primero a Thononles Bains, en el Lago de Ginebra. El exiliado Sháh estaba entonces en algún lugar de Europa, Zillah-Sultán, también en el exilio con sus dos hijos, había huido a Ginebra. A si Abdu l-Bahá, el exonerado y libre, y Zillah-Sultán, el fugitivo, estaban a casi un tiro de piedra uno del otro”.
“En la suite de Abdu l-Bahá había un distinguido europeo que había visitado Persia y allí se encontró con Zillah-Sultán. Un día cuando el europeo se encontraba en la terraza del hotel en Thonon y Abdu l-Bahá estaba andando de un lado para otro a poca distancia, Zillah-Sultán se acercó a la terraza. Abdu l-Bahá llevaba como siempre, el turbante, la larga y blanca túnica con faja y el largo abá de Persia. Su cabello, según la antigua costumbre de la nobleza persa, caía hasta sus hombros. Zillah-Sultán, después de saludar al europeo, preguntó inmediatamente:
¿Quién es ese noble persa?
Abdu l-Bahá
Lléveme a él.
“Al describir la escena más tarde, el europeo dijo:!Si pudierais haber escuchado al pobre diablo murmurando sus miserables excusas!. Pero Abdu l-Bahá cogió al príncipe en sus brazos. “Todo eso es del pasado”, respondió: Nunca vuelvas a pensar en ello.
Envía a tus dos hijos a verme. Quiero conocer a tus hijos.
“Vinieron uno a uno. Cada uno pasó un día con el Maestro. El primero, aunque era un joven inmaduro, sin embargo le mostró un gran respeto. El segundo, el mayor y más sensible, dejó la habitación de Abdu l-Bahá, donde había sido recibido a solas, llorando incontrolablemente. Si sólo pudiera nacer de nuevo, dijo, en cualquier familia menos en la mía.
“Porque no sólo habían sido martirizados muchos bahá ís durante el reinado de su tío (más de cien por instigación de su padre), y la vida de Abdu l-Bahá amenazada una y otra vez, si no que su abuelo. Násiríd- Dín Sháh había ordenado la ejecución del Báb, a si como la tortura y muerte de miles de babís (seguidores del Báb, profeta anterior a Baháu lláh, que anuncia su venida, y le da el nombre de Bahá u lláh, que significa La Gloria de DIOS).
“El joven príncipe todo arrepentido “nació de nuevo”: un bahá í.


Hablando a un grupo de amigos en una reunión en Chicago, en 1912, dijo: “Estad en perfecta unidad.
Nunca os enfadéis los unos con los otros. Que vuestros ojos estén dirigidos hacia el reino de la verdad y no hacia el mundo de la creación. Amad a las criaturas por el amor de DIOS y no por ellas mismas. Nunca os enfadaréis o impacientaréis si los amáis por el amor de DIOS. La humanidad no es perfecta. Hay imperfecciones en todo ser humano y siempre os entristeceréis si miráis hacia la gente misma. Pero si miráis hacia DIOS les amaréis y seréis amables con ellos, porque el mundo de DIOS es el mundo de la perfección y de la completa misericordia. Por lo tanto no miréis las faltas de nadie; ved con la visión del perdón”.

Se cuenta de Shaykh Máhmud de Akká que odiaba a los baháis. Mientras muchos de sus conciudadanos habían llegado gradualmente a darse cuenta de cuán equivocados habían estado y hablaban de los prisioneros en términos de aprecio y alabanza, Shaykh Mahmúd permanecía inflexible en su odio. Un día estaba presente en una reunión donde la gente hablaba de Abdul-Bahá como un buen hombre, un hombre excelente.
El Shaykh no puedo soportarlo más y estalló de furia, diciendo que pondría al descubierto lo que este Abbás Effendi (Abdul-Bahá) era. Con ardiente cólera se apresuro a la mezquita, donde sabía que podía encontrar a Abdul-Bahá a esa hora y puso las manos violentamente sobre él, El Maestro (Abdul-Bahá) miró al Shaykh con esa serenidad y dignidad que sólo él podía dominar, y le recordó lo que el Profeta Mahoma había dicho: “Se generoso con el invitado, aunque éste fuera un infiel”. Shaykh Mahmúd se alejó. Su ira le había abandonado y su odio también. De lo único que era consciente era de un profundo sentimiento de vergüenza y amargo remordimiento. Huyó a su casa y atrancó la puerta.
Algunos días más tarde fue directamente a la presencia de Abdul-Bahá cayó de rodillas y pidió perdón: “¿Qué puerta sino la suya puedo buscar; de quién puedo esperar bondad sino de usted?” Se convirtió en un devoto bahái.



ORACIONES BAHÁIS, REFERENTES, SOBRE EL PERDÒN:

1- ¡Alabado seas Tú, OH Señor! Perdónanos nuestros pecados, ten misericordia de nosotros y permítenos volver a Ti. No dejes que dependamos de otro más que de Ti y concédenos, mediante tu bondad, lo que Tú amas y deseas y aquello que es digno de Ti. Exalta la posición de aquellos que verdaderamente han creído y redímeles con tu generoso perdón. Verdaderamente Tú eres el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo.
Báb

2- ¡OH mi Dios, OH mi Señor, OH mi Maestro! Te suplico que me perdones por buscar otro placer que no sea tu amor, o consuelo alguno que no sea tu cercanía, o alegría alguna que no sea tu complacencia, o existencia alguna que no fuera la comunión contigo.
Báb

3- Tú me ves, OH mi Señor, con el rostro vuelto hacia el cielo de tu munificencia y el océano de tu favor, separado de todo excepto de Ti. Te pido por los resplandores del sol de tu revelación en el Sinaí y por los fulgores del astro de tu gracia que brilla desde el horizonte de tu Nombre, el Siempre Perdonador, que me otorgues tu perdón y tengas compasión de mí. Decreta entonces para mí con tu pluma de gloria, aquello que me exalte por medio de tu Nombre en el mundo de la creación. Ayúdame, OH mi Señor, a dirigirme hacia Ti y a escuchar la voz de tus amados, a quienes los poderes de la tierra no han podido debilitar y a quienes el dominio de las naciones ha sido impotente para apartarlos de Ti, quienes avanzando hacia Ti han dicho: "Dios es nuestro Señor, el Señor de todos los que es tan en el cielo y todos los que están en la tierra".
Bahá'u'lláh

4- ¡Glorificado eres, OH Señor, mi Dios! Te suplico por tus escogidos y por los Portadores de tu Mandato y por Aquel a quien Tú has ordenado ser el Sello de tus Profetas y de tus Mensajeros, que hagas de tu recuerdo mi compañero; de tu amor, mi propósito; de tu rostro, mi meta; de tu Nombre, mi lámpara; de tu anhelo, mi deseo y de tu placer, mi deleite.
Soy un pecador, OH mi Señor y Tú eres el que siempre perdona. En cuanto te reconocí, me apresuré para alcanzar la exaltada corte de tu cariñosa bondad. Perdóname, OH mi Señor, los pecados que me han impedido caminar por los senderos de tu complacencia y alcanzar las playas del océano de tu unicidad.
¡OH mi Señor! No hay quien me trate con bondad, hacia quien pueda volver mi rostro; nadie que tenga compasión de mí, para que pueda implorar su misericordia. Te imploro que no me alejes de la presencia de tu gracia, ni apartes de mí las efusiones de tu generosidad y munificencia. Ordena para mí, OH mi Señor, lo que Tú has ordenado para los que te aman y decreta para mí lo que Tú has decretado para tus escogidos. Mi mirada en todo tiempo ha estado fija en el horizonte de tu bondadosa providencia y mis ojos vueltos hacia la corte de tus tiernas mercedes. Trátame como es propio de Ti. No hay Dios sino Tú, el Dios de poder, el Dios de gloria, cuya ayuda todos los hombres imploran.
Bahá'u'lláh

5- Yo soy Aquel, OH mi Señor, que ha vuelto su rostro hacia Ti y ha fijado su esperanza en las maravillas de tu gracia y en las revelaciones de tu munificencia. Te ruego que no permitas que me aleje desilusionado de la puerta de tu misericordia, ni me dejes a merced de aquellas criaturas tuyas que han repudiado tu Causa.
¡OH mi Señor! Yo soy tu siervo y el hijo de tu siervo. He reconocido tu verdad en tus días y he dirigido mis pasos hacia las orillas de tu individualidad, confesando tu unidad, reconociendo tu unicidad y esperando tu clemencia y perdón. Poderoso eres Tú para hacer tu voluntad. No hay Dios fuera de Ti, el Todo Glorioso, el que siempre perdona.
Bahá'u'lláh

6- ¡OH Tú, el Todopoderoso! Soy un pecador, pero Tú eres el Perdonador. Lleno de flaquezas estoy, mas Tú eres el Compasivo. Me encuentro en las tinieblas del error, pero Tú eres la Luz del Perdón.
¡OH Tú, Dios Benévolo! Perdóname mis pecados; concédeme tus dádivas; pasa por alto mis faltas; abrígame y sumérgeme en las fuentes de tu paciencia y cúrame de toda enfermedad y dolencia. Purifícame, santifícame y dame una porción del manantial de tu santidad, para que la tristeza y el dolor puedan desvanecerse y la dicha y la alegría desciendan sobre mí.
Haz que la desesperación y el desaliento se transformen en confianza y regocijo. Y concede que el miedo se transforme en valor.
En verdad Tú eres el Perdonador, el Compasivo y eres el Generoso, el Amado.
'Abdu'l-Bahá

7- ¡Oh Tú que todo lo perdonas! Aunque algunas almas hayan terminado los días de su vida en la ignorancia, estuvieran alejadas y fueran egoístas, sin embargo el océano de tu perdón puede en verdad, con una de sus olas, redimir y hacer libres a los pecadores. Tú redimes a cualquiera que Tú deseas y privas a cualquiera que no deseas redimir. Si Tú nos trataras con justicia, todos seríamos pecadores y mereceríamos ser privados. Y si Tú quisieras la misericordia, todo pecador sería purificado y todo extraño llegaría a ser un amigo. Por eso perdona e indulta y derrama tu misericordia sobre todos. Tú eres el que todo lo perdona, el que da la luz y el Compasivo.
'Abdu'l-Bahá

8- ¡Oh Tú, Señor perdonador! Tú eres el refugio de todos estos siervos tuyos. Tú conoces los secretos y estás enterado de todas las cosas. Todos somos impotentes y Tú eres el Fuerte, el Omnipotente. Todos somos pecadores y Tú eres el Perdonador de los pecados, el Misericordioso, el Clemente. ¡Oh Señor! No consideres nuestras faltas. Trátanos de acuerdo con tu gracia y generosidad. Son muchas nuestras faltas, pero es sin límites el océano de tu perdón. Es penosa nuestra debilidad, pero son claras las evidencias de tu ayuda y asistencia. Por lo tanto, confírmanos y fortalécenos. Capacítanos para hacer aquello que sea digno ante tu sagrado umbral. Ilumina nuestros corazones, concédenos ojos juiciosos y oídos atentos. Resucita a los muertos y cura a los enfermos. Concede riqueza al pobre y da paz y seguridad al temeroso. Acéptanos en tu reino e ilumínanos con la luz de guía. Tú eres el Poderoso y el Omnipotente. Tú eres el Generoso. Tú eres el Clemente. Tú eres el Bondadoso.
'Abdu'l-Bahá

9- ¡Oh Dios, mi Dios! Me he vuelto arrepentido hacia Ti y verdaderamente Tú eres el Perdonador, el Compasivo.
¡Oh Dios, mi Dios! He regresado hacia Ti y verdaderamente Tú eres el que siempre perdona, el Bondadoso.
¡Oh Dios, mi Dios! Me he aferrado al cordón de tu bondad y junto a Ti está el abastecimiento de todo cuanto hay en el cielo y en la tierra.
¡Oh Dios, mi Dios! Me he apresurado hacia Ti y verdaderamente Tú eres el Perdonador, el Señor de abundante gracia.
¡Oh Dios, mi Dios! Estoy sediento del vino celestial de tu gracia y verdaderamente Tú eres el Donador, el Generoso, el Bondadoso, el Todopoderoso.
¡Oh Dios, mi Dios! Atestiguo que Tú has revelado tu Causa, cumplido tu promesa y derramado desde el cielo de tu gracia aquello que ha atraído hacia Ti los corazones de tus favorecidos. ¡Bienaventurado aquel que se ha asido a tu firme cordón y se ha adherido al borde de tu manto resplandeciente!
Te pido, OH Señor de todos los seres y Rey de lo visible y lo invisible, por tu poder, tu majestad y tu soberanía, permitas que mi nombre sea registrado por tu pluma de gloria entre aquellos que están dedicados a Ti, a quienes los escritos de los pecadores no han impedido volverse hacia la luz de tu semblante, OH Dios que escuchas y contestas las oraciones.
'Abdu'l-Bahá.

Baháulláh (La Gloria de DIOS). Ultima Manifestación de DIOS.

EL BÁB (La Puerta). Manifestación Divina anterior a Baháulláh, El Báb, anuncia la venida de Baháulláh, y lo acepta como El prometido de todas las religiones.

Abdul-Bahá (Siervo de Bahá, de DIOS), También llamado el maestro, el misterio de DIOS,
Hijo de Baháulláh, es el perfecto bahai, ejemplo a seguir por todos los baháis.

Shoghi Effendi: Nieto de Abdul-Bahá, excelente bahái, que ayudo a llevar a cavo, a desarrollar, el orden administrativo, de Baháulláh.

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